Ayer tuve el lujo de trabajar el texto con Lluisa. Las dos entramos en la sala sabiendo que íbamos a abrir puertecitas. Estábamos serias y no paramos de trabajar.
Al texto, le dimos la vuelta, lo movimos, lo paseamos, lo trabajamos a fondo. Tratamos de encontrar el sentido de las palabras. Buscamos el porqué yo había elegido ese texto y profundizamos en cada una de sus frases. En prosa, en verso ... respirado. Buscamos su ritmo interno, buscamos sus imágenes ... buscamos sus direcciones ... tumbada, caminando, cayendo al suelo ... solo las vocales, paradas en los sustantivos, saltos en los verbos ... el valor de las palabras del final de verso. Tanto movimiento también removió ... pero solo puede decirse desde ahí, desde el recuerdo. No remueve nada malo, solamente su recuerdo. Y no puede ser un mal dolor si es un dolor que viene desde él.
El Alba en Cádiz de Joan Margarit acabó sonando de manera diferente, con una voz a la que no estoy acostumbrada.
El Alba en Cádiz me hace pensar en el momento que decidí comenzar ; en Cádiz, precisamente frente al mar.
Es difícil ir a fondo. Es difícil abrir la boca en escena y que las palabras no sean solo palabras. En realidad, creo que es difícil comunicar con las palabras ... Por cierto, la frase que da título a esta entrada, no es mía, es de Javier Cercas, pero estoy completamente de acuerdo con ella tanto en la ficción como en la realidad.
jo ana! qué interesante! y la frase es genial.
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